Museo Nacional de Artes Decorativas
Fichas tomo 1
Antiguos palacete de la duquesa de Santoña y Escuela Superior de Magisterio
1ª ampliación : Jesús Carrasco-Muñoz Encina : 1924 (P).
2ª ampliación : Luis Moya Blanco : 1942-1944 (P y O).
Acondicionamiento y reestructuración : María Antonia González-Valcárcel Sánchez-Puelles : 1981 (1º P) y 1985 (2º P).
Remodelación : Juan Pablo Rodríguez Frade : 1991 (P).
Carrasco-Muñoz Encina, Jesús (1924)
Moya Blanco, Luis (1942-1944)
González-Valcárcel Sánchez-Puelles, María Antonia (1981)
Rodríguez Frade, Juan Pablo (1991)
El edificio actual es el resultado de sucesivas adiciones efectuadas sobre el que fuera palacete de la opulenta dama Dª María del Carmen Hernández y Espinosa, viuda del marqués de Manzanedo y duque de Santoña, destinado en principio a su residencia particular, aunque nunca lo llegó a habitar.
Posteriormente, fue ocupado en arrendamiento por personajes de la alta sociedad, hasta que en los años veinte se decidió su cambio de uso para Escuela Superior de Magisterio.
Tenía originalmente planta cuadrangular y simétrica con tres niveles: bajo, principal y segundo más sótano, acogiendo el intermedio, de mayor altura libre, las habitaciones nobles, y el superior las de servicio.
Estructuralmente estaba configurado por cuatro crujías, de aproximadamente 6 m las paralelas a la vía pública y 5 m las transversales, alrededor de un patio central cuadrado, con galerías sobre columnas de fundición y cubierto por un lucernario de hierro y cristal.
A la derecha, entrando, se situaba la escalera de traza imperial, que unía los dos primeros pisos, existiendo otra de servicio de madera, enfrentada y a la izquierda, que los recorría todos.
Su tipología interior y exterior se corresponde con la de los primitivos hoteles levantados en lo que fueron terrenos del Buen Retiro a partir de 1877, tempranamente desaparecidos.
Su fachada se encuadra dentro del eclecticismo clasicista, con paramentos de ladrillo que contrastan con el zócalo de sillería y las molduras ornamentales de piedra, como las líneas de imposta y cornisa, los encadenados y pilastras, que enfatizan las esquinas de los cuerpos extremos, a modo de torreones, o los dinteles, frontones y guardapolvos que rematan los huecos desde el piso bajo al segundo, respectivamente.
Una balaustrada de forja, dorada con panes de oro, al igual que los antepechos de los balcones, cerraba la composición y ocultaba la cubierta de teja.
Aunque el frente hacia la calle de Montalbán delimitaba todo el solar, el volumen del Palacete no lo ocupaba totalmente, separándose de las edificaciones medianeras mediante un patio en U y dos pabellones de portería y cocheras, situados respectivamente a poniente y levante de aquel, con acceso directo desde la vía pública.
Precisamente sobre este último, o izquierdo, se levantaba un invernáculo acristalado que sería sustituido, ya funcionando como Escuela, por Carrasco-Muñoz por un piso completo con triple ventana al exterior, el cual respetaba al máximo la concepción original.
Con esta misma pretensión, aunque con mayores ambiciones, proyectó Moya la segunda ampliación en 1942, desde su puesto de arquitecto conservador del ya Museo de Artes Decorativas, tras la adquisición del inmueble por el Estado dos años antes, proponiendo la edificación de los huecos existentes entre el palacete primitivo y las medianerías y la adición de un sótano y dos nuevas plantas sobre la línea de cornisa existente.
También intervino en el interior demoliendo la tabiquería, con el fin de crear salas "amplias y despejadas", aumentando con dos más el número de escaleras, sustituyendo el lucernario por otro de hormigón armado y transformando la portada, más ancha y redecorada, por considerar de "poca importancia" la original.
Aunque en fachada su actuación fue mimética, Moya logró, como en otras ocasiones y tras un profundo estudio, una solución respetuosa y bien compuesta, en la que se reconoce con claridad el palacete original, del que solo desapareció la balaustrada, también la del pabellón de servicio, y la ampliación de Carrasco.
Hoy el Museo alberga importantes fondos, continuamente acrecentados, como la reciente adquisición de la colección Torsten Bröhan, constituida por valiosos muebles y piezas, diseñados por arquitectos y artistas del Movimiento Moderno.