Casa-palacio de la marquesa de Bellamar

Sobre el que fuera el último proyecto del arquitecto José Marañón, fechado el 31 de mayo de 1900, pues falleció en julio siguiente, su compañero Zabala asumió la ejecución de esta casa-palacio para Dª Josefa Pelayo, marquesa viuda de Bellamar, en cuyo piso primero estableció su residencia, destinando los demás al alquiler.

Respetuosamente fiel a la concepción original, Zabala levantó un volumen de planta en L con luces a tres calles, disponiendo en la de Felipe IV el acceso principal, mediante un triple hueco, y el paso de carruajes independientemente, y distribuido en semisótano más cuatro niveles: bajo, primero, principal, y segundo, con una vivienda en éste y en el antepenúltimo y dos en los demás.

La composición de la planta inferior se organiza según un eje transversal y central, que contiene el portal, con la portería y bajada al sótano, escalinata, vestíbulo de ingreso a las dos viviendas, la de la derecha para el cochero, la escalera principal de dos tramos, la de servicio de cuatro y un lavadero para uso exclusivo de la marquesa.

Existía además otro eje paralelo a la calle Felipe IV, dentro de la crujía intermedia, que unía el patio de cocheras, que le separaba de la medianería derecha, un portal particular, vestíbulo y la escalera principal y facilitaba la comunicación directa y aislada de la propietaria desde el carruaje hasta su residencia.

La cubierta del pabellón de cocheras, que cerraba al fondo el patio, fue planteada como azotea, aunque durante las obras se decidió ocupar parte de su superficie con la estufa o Serré de hierro y cristal, trasladando ésta desde la ubicación proyectada, sobre el ingreso, con el fin de relacionarla con el comedor de la vivienda noble.

Presentaba la planta como novedosa la localización en las dos crujías exteriores y perimetrales de los dormitorios, despachos y bibliotecas, en función de la orientación, mientras que el salón y comedor recibían las luces del patio de cocheras y las cocinas, despensas y cuartos de criados se disponían al fondo, hacia otro patio posterior y la calle Méndez Núñez.

Las fachadas se distinguen por sus elegantes proporciones, bella composición y esmero en los detalles ornamentales de mortero de cemento, que contrastan con los paramentos de ladrillo y el basamento de sillares de granito en el semisótano y revoco imitando piedra en el bajo.

Es muy notable la cornisa, con múltiples y ordenadas mensulillas, y el antepecho con festones de coronación, que reflejan la influencia del Quattrocento italiano, en línea con las últimas obras domésticas de José Marañón.