Instituto de Diseño y viviendas

El edificio actual es el resultado de una serie de ampliaciones y reformas de un primer inmueble industrial proyectado para el semanario ilustrado Nuevo Mundo sobre un solar de planta trapezoidal de bases paralelas, con un sótano destinado a máquinas y talleres, patio inglés en la fachada principal y dos plantas retranqueadas respecto a la alineación de la calle, a la que sólo se ajusta un pabellón de entrada.

La planta, rectangular, queda distribuida en torno a un patio interior cubierto, dejando uno trasero al que también presenta fachada.

El alzado principal, de características formales que enlazan con el modernismo catalán de Doménech y Montaner, presenta un torreón lateral y un cuerpo central retranqueado con un gran arco decorado con cerámicas de Daniel Zuloaga que conforma la parte baja del edificio acristalada entre grandes pilastras y una planta superior representativa con balconada corrida.

Destaca su estructura de hormigón que deja grandes vanos acristalados y marca los ejes verticales del edificio.

A pesar de que la angosta calle no permite su correcta visión, es una de las fachadas más interesantes de la arquitectura madrileña de principios del siglo XX.

En el transcurso de las obras se presentó un proyecto de ampliación de la planta baja, cambiando el sentido de la misma y el torreón de acceso, que pasó al lado izquierdo del edificio.

Con posterioridad se añadió una nueva planta, la tercera, que avanza hacia la línea de la calle, lo que supone la creación de un pórtico de orden gigante sobrepuesto, dejando al fondo la fachada primitiva y haciendo desaparecer el torreón.

En 1926 se redactó un proyecto por el ingeniero industrial Ignacio Mazeres para ampliar los talleres de imprenta.

El edificio está ocupado en estas fechas por el diario El Sol y ese mismo año se presenta otro proyecto de Manuel Sánchez Arcas para realizar la ampliación en una planta de pabellón de servicios y la fachada al patio posterior.

Aún hubo una nueva reforma a cargo de Arniches y Domínguez y nuevamente cambió de empresa, pasando a denominarse La Voz.

A partir de 1940 se editó en él Arriba y más tarde el deportivo Marca.

Posteriormente pasó a la Comunidad de Madrid y al diario Madrid, que realizó nuevas reformas.

El edificio situado en el nº 12 fue originalmente una ampliación del Nuevo Mundo proyectada por Francisco Reynals y Toledo para talleres y almacén.

Más tarde se añadieron varias plantas de viviendas, cuya fachada fue alterada definitivamente en 1960 por Alberto López de Asiaín, por lo que sólo conserva de interés la planta baja.