Centro Cultural Buenavista

Se trata de uno de los tres edificios que fueron realizados por el Ayuntamiento de Madrid para dotar de servicios de baño a sus barrios, junto a los de Embajadores y Bravo Murillo, siguiendo las modas higienistas europeas que, en la década de los veinte, pretendieron resolver con las más modernas técnicas esta necesidad social.

Promovida bajo la monarquía alfonsina, las obras se iniciarían ya durante el gobierno republicano, distinguiéndose por sus características racionalistas, sin renunciar a la monumentalidad que le proporciona la simetría y la organización volumétrica en cinco cuerpos o, más exactamente, en tres pabellones, central y extremos, unidos por otros, de menor altura, retranqueados.

A pesar de las críticas que despertó la distribución de sus 320 m2, por la desproporción entre los espacios específicos al uso, solamente 80 m2, frente a los servidores, se logró dar una respuesta adecuada a este tipo de establecimientos de utilidad pública, en el que se introducía como elemento base la piscina, conocida en España desde hacía pocos años.

La Casa de Baños se dividía en dos sectores para servicio de caballeros y señoras, cada una con baños y duchas independientes y su piscina de considerables proporciones, ubicada ésta en el pabellón extremo e iluminada por un lucernario de baldosa de cristal con hormigón armado y vidriería artística, así como una zona común y central para los respectivos vestíbulos, salas de espera y despacho de billetes.

Todas estas dependencias se disponían en un nivel sobre rasante, garantizando las óptimas condiciones de ventilación e iluminación, existiendo otra en sótano para las piezas auxiliares.

Sus sencillas fachadas revocadas, que actualmente se conservan intactas, hacen referencia a la Secesion vienesa, según se observa en la forma y disposición de los huecos, vuelos de cornisas, bandas ornamentales cerámicas, decoración de carpinterías, etc.

Tras la Guerra Civil, el edificio sufrió ciertas reformas, sobre todo en las cubiertas, de las que desaparecieron los artísticos lucernarios, hasta que hace un par de décadas el Ayuntamiento promovió su transformación para uso cultural, encomendándole el proyecto al arquitecto Pérez Arroyo, quien lo llevó a cabo en colaboración con Miguel García y José Luis Zamora.

Así, con el criterio de integrar los espacios nuevos en los antiguos, como es el caso de la biblioteca y el salón de actos, que se sitúan en las antiguas piscinas, conservando incluso en uno de los casos los desniveles, las intervenciones más importantes se produjeron con la creación de entreplantas y nuevas escaleras de comunicación con los sótanos, donde se ubicaron los aseos y la cafetería.