Auditorio Nacional

En 1969 se plantea por primera vez la rehabilitación del Teatro Real para teatro de la Ópera y la necesidad de construir un nuevo Auditorio Nacional de Música, pero aún hubieron de transcurrir más de diez años, para que, en 1982, la Dirección General de Música y Teatro decidiera encargar el proyecto definitivo al arquitecto José María García de Paredes, con el que colaboraron Ignacio García Pedrosa y Ángela García de Paredes Falla.

El planteamiento del proyecto es bien sencillo: lograr una audición perfecta en un contenedor intemporal de arquitectura muy comedida, que sólo pretende ser una envolvente en la que se escuchen las melodías interpretadas con la máxima pureza posible.

Con estas directrices se concibe el edificio como una pieza compacta de gran claridad conceptual y planta rectangular en la que se desarrolla un programa muy complejo; toda la articulación interna de la construcción se organiza situando de forma centralizada todos los espacios servidores respecto de aquellos a los que prestan sus servicios.

La Sala Sinfónica se dispone en el extremo norte y al sur la de Cámara, separadas de los cerramientos exteriores y exentas, para evitar contaminaciones acústicas.

Cuenta también con cuatro salas para ensayo de coros, una para ensayo general, que puede ser accesible al público para pequeños actos, y catorce de estudio para profesores.

Exteriormente se presenta como un edificio-fachada formado por una gran caja de ladrillo que se alza sobre un potente zócalo de piedra de Colmenar, material en el que también se han realizado unas franjas horizontales que recorren toda la construcción.

El plano de cubierta se rompe con el fuerte y representativo volumen blanco en piedra de Colmenar de las dos salas que imponen su presencia a modo de símbolo, asomando tras un frontón partido con el que se orna el alzado principal.

Todas sus fachadas presentan un orden rítmico en la disposición de sus huecos que se corresponden con las galerías que recorren todo el edificio.

Más interesante es su interior, influenciado por la Filarmónica de Berlín de Scharoun, en donde la riqueza de espacios internos se multiplica; destaca el núcleo de escaleras que, enlazando un gran espacio público de triple altura, adquieren el valor de piezas arquitectónicas independientes.

En planta tercera, los grandes espacios destinados al descanso de público en los entreactos y al acceso a las salas, sirven de elementos separadores de éstas con las fachadas exteriores, aislándolas de las posibles perturbaciones acústicas y vibraciones que pudieran transmitirse desde las calles adyacentes.