Ermita de San Antonio de la Florida
Fichas tomo 2
Réplica : Juan Moya Idígoras : 1925-1928 (O).
1ª Restauración : Pedro Muguruza Otaño : 1932-1933 (P).
2ª Restauración : Fernando Chueca Goitia : 1977 (O).
3ª Restauración : Joaquín Roldán Pascual , Juan Ruiz (restaurador) : 1988 (P) 1988-1992 (O).
Fontana, Felipe (1792-1798)
Moya Idígoras, Juan (1925-1928)
Chueca Goitia, Fernando (1977)
Roldán Pascual, Joaquín (1988-1992)
Ruiz, Juan (1988-1992)
Con la adquisición de la Real Posesión de la Florida, Carlos IV amplia los jardines anejos al paseo, acceso natural al Real Sitio del Pardo, ordenando nueva situación para la ermita de San Antonio frente a la fuente del Abanico.
Consecuencia de las obras se derriba la ermita construida por Sabatini en 1770, cuando ordena la Cuesta de San Vicente incluyendo la nueva puerta.
Esta ermita ocupó el lugar de otra primitiva obra de Churriguera en 1731.
Se encarga la nueva obra a Francisco Fontana en 1792.
Concluida en 1798 se inaugura en 1789.
Tiene planta en cruz griega de brazos muy cortos, con ábside semicircular en la cabecera.
Se origina así un espacio central dominado por una gran cúpula iluminada mediante linterna.
Unas estancias adosadas al exterior circunscriben la ermita conformando un rectángulo, resaltando de él únicamente sus pies que sirven para marcar la portada en la fachada principal.
La fachada está realizada según los cánones barrocos, con un hueco encima del frontón curvo sobre la puerta y un frontón triangular en el plano de portada sobre las grandes pilastras que la enmarcan.
La cúpula decorada en 1798 por Francisco de Goya, al fresco, que representa el trance de San Antonio ante el pueblo de Lisboa, tiene un notable valor y significado en la historia de la pintura española.
Las pinturas de los retablos son obra posterior de Jacinto Gómez Pastor.
A principios del siglo XX, las pinturas de Goya estaban en peligro de desaparición debido a la técnica empleada y su incompatibilidad con el uso religioso y costumbrista de la devoción al santo casamentero.
Por ello, entre 1925 y 1928, se construye una nueva ermita, gemela, obra de Juan Moya, que se sitúa paralela a la primitiva, trasladándose a ella el culto.
También, a comienzos del siglo XX, Félix Granda realiza otra réplica para la Sociedad Hispánica de Nueva York.
En la década de 1970, Fernando Chueca restaura la ermita procediendo a la fijación e iluminación de las pinturas y en 1988 el Ayuntamiento acomete una nueva restauración del templo y de sus pinturas.
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