Edificio ENRESA

Adosado en continuidad con el edificio Bioter, de Miguel Fisac, se levanta la sede de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos.

Esa circunstancia, unida a un programa muy especial, que incluía como en el caso de su colindante el requerimiento de singularizarse, da lugar a un planteamiento ecléctico, consecuencia del culto virtuosismo formal de sus autores, y de un momento de transición entre la oleada posmoderna y la neomodernidad sofisticada de la última década del siglo XX.

El bloque de siete plantas toma la forma alargada de la parcela sobre la que se levanta, pero evita el testero Oeste mediante un curvado en cuarto de círculo que recorta la planta por el lado izquierdo.

La disposición interior también es interesante, por hacerse en torno a un patio al que asoman los anillos de circulación que dan acceso a los despachos.

Un núcleo central de ascensores y escaleras establece la transición entre éstos y unas zonas de planta libre dispuestas como reserva en la parte derecha del edificio.

Todos los espacios interiores están muy cuidados, y acabados con materiales nobles como la piedra o la madera, y se advierte el interés por una racionalidad en las canalizaciones que permite en gran parte hacerlas registrables.

Exteriormente, el edificio de corte racionalista en su fenestración horizontal y sistemática muestra una complejidad lingüística en temas como el cambio que se hace en la planta quinta a huecos verticales entre fajas de mármol travertino, o en la vuelta a una evocación náutica en los dos pisos superiores, retranqueados de la fachada y que alojan las áreas de dirección.

Sobrepuesta a ese volumen construído aparece una estructura de finas columnas y perfiles de acero que soportan un plano ligero de chapa, la cual cubre todo el edificio, a modo de una caja virtual con decidida expresión tecnológica que ampara y delimita su espacio.

Este audaz gesto permite una protección eficaz de las plantas altas y el lucernario del patio, a la vez que actúa como identificador de la arquitectura en sus visiones lejanas, y además sustenta una marquesina triangular pintada de azul sobre el acceso principal, que es una desenfadada cita a los fifties, recién redescubiertos en estos años como una nueva modernidad posible, optimista e imaginativa.