Grupo de viviendas Las Huertas de Orgaz

Como resultado del Plan Parcial de Los Llanos, surge en este lugar -a medio camino entre los flecos posteriores del parque Conde de Orgaz y los nuevos recintos feriales- un nuevo concepto urbano basado en extensas manzanas de poca altura, construidas de forma unitaria en su mayoría, y con una superabundancia de espacios libres interiores y exteriores.

Como dice el propio Mariano Bayón: "las manzanas no ocultan su vocación de islas residenciales, sin relación entre sí, y se abren a la búsqueda de una identidad de vida propia".

Es un nuevo intento de aunar vivienda colectiva y naturaleza al convertir los patios de manzana en grandes y cuidados jardines, pero adolece de la baja densidad que deja vacías las calles -efecto potenciado en este caso por el escaso espacio dedicado al comercio- e incentiva el uso del automóvil para cualquier desplazamiento.

El encargo privado a estos arquitectos comprendía cuatro manzanas, separadas entre sí pero engarzadas por la misma avenida Machupichu.

Todas son viviendas de alquiler y alto nivel de renta, lo que no obsta para que se planteasen con una exigencia de economía tanto en su realización como sobre todo en el mantenimiento, al depender éste de la propia promotora de los cuatro conjuntos.

El aprovechamiento máximo de los núcleos verticales lleva a una tipología semihotelera de corredor central y viviendas a dos caras, lo que permite agrupar hasta ocho viviendas con un solo acceso vertical.

La intención arquitectónica que anima toda la propuesta es la de un realismo con nulas concesiones a gestos o anécdotas de estilo, economía formal que se traduce en una gran calidad de construcción y que revierte en los cuidados interiores de viviendas y espacios comunes de escaleras, portales y soportales.

La piel que envuelve los netos volúmenes que dictan las alineaciones y la topografía, es de ladrillo cerámico claro, y en ella sólo se expresan los amplios y regulares huecos de unas ventanas que responden al programa interior de habitaciones, y los resaltes verticales de unos miradores de vidrio con la potente definición constructiva de los perfiles normalizados de acero que los soportan.

Los saltos entre secciones de bloque, los encuentros en esquina, giros y cortes de testeros, dan medida de la talla de los buenos arquitectos, al convertirse en pautas expresivas que puntúan y valoran la potencia horizontal indiferenciada de los edificios.

Esta obra mereció en 1994 una Mención para Edificios de Nueva Planta en los IX Premios de Arquitectura y Obra Pública del Ayuntamiento de Madrid.