Castillo de Barajas

Aunque los primeros rastros humanos vinculados al distrito de Barajas han sido datados en la Edad del Bronce, la presencia construida más antigua conservada pertenece al Castillo de los Zapata, también llamado de La Alameda y de Barajas.

En efecto, y en función de los "cuestionarios" realizados entre los años 1576 y 1579, sabemos que mientras los vecinos territorios de Hortaleza, Canillas y Rejas eran propiedades reales, Barajas y La Alameda pertenecían a don Francisco Zapata de Cisneros, heredero de una estirpe instalada en la zona al menos un siglo antes.

De las numerosas edificaciones propiedad de esta familia ("dos casas muy principales", "un hospital", etc.) sólo han llegado a nuestros días los restos del que fuera su Castillo, y que hoy es el único resto de este carácter en el término municipal de Madrid.

Los cronistas de la época lo describen como sigue: "(…) un muy buen castillo de cal y canto, nuevamente reparado con su foso y torreones, y en él plantadas ocho muy buenas piezas de bronce, con otras de hierro colado, y muchos arcabuces y ballestas turquesas, con otras muchas armas, para seguridad y defensa del mesmo castillo".

Las crónicas hablan igualmente de un estanque con abundancia de pesca, cisnes y otras aves decorativas que, junto a algunas fuentes y árboles frutales, suavizarían la imagen de la fortaleza.

Como en muchas edificaciones históricas, aquí y en todo el mundo, las fábricas del antiguo castillo sirvieron como cantera de buen material para las edificaciones cercanas, por lo que el conjunto se encuentra hoy en día, y hasta donde alcanza la memoria de los vecinos actuales, completamente desmantelado, encontrándonos un grueso muro de planta cuadrangular, que no llega a cerrarse, con la ruina de un torreón en uno de sus ángulos.

Este cuerpo parece haber tenido una planta enterrada y dos altas, lo que da idea de su dimensión.

En los lienzos del edificio se abren algunos huecos cañoneros de tosca factura, y los restos encontrados en el perímetro parecen apuntar hacia un segundo cerco rematado por torreones en su frente.

Todavía más allá parece adivinarse un amplio foso, hoy oculto por la acumulación de tierras y sedimentos, lo que parece apuntar la existencia en su día de un largo puente levadizo.

En 1851, el conde de Barajas encargó el proyecto de construcción de una casa aprovechando las ruinas del castillo.