Ermita de Nuestra Señora de la Soledad

Esta pequeña instalación de carácter religioso responde a la red de pequeñas capillas, ermitas y humilladeros que sembraban los caminos de Castilla desde tiempos inmemoriales.

Esta tupida red de pequeñas piezas ha ido desapareciendo progresivamente, en función del crecimiento de las poblaciones vecinas así como de la entrada en decadencia del programa que proponían.

No obstante, algunas de estas piezas han sido salvadas de ese proceso casi siempre por razones más bien azarosas, como su ubicación en puntos de escaso interés especulativo o su relación con la memoria del lugar.

Efectivamente ambas circunstancias concurren en el caso de la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, ermita barroca del siglo XVII, aunque también hay que reconocer lo infrecuente de saber compatibilizar la conservación de estos monumentos con el trazado de grandes infraestructuras como es, en este caso, la vía rápida de acceso al aeropuerto.

Así, la ermita ha quedado transformada en un extraño monumento, prácticamente inservible para sus antiguos fines, aislada literalmente en la rotonda de cruce de la mencionada vía rápida y la avenida de Logroño.

La pieza, restaurada no obstante con esmero, resulta paradigmática del trazado y la construcción de este tipo de edificios.

Así, la ermita presenta cuatro cuerpos alineados y perfectamente diferenciados: pórtico de acceso, nave de los fieles, santuario y vivienda adosada en la cabecera del templo, todo ello compuesto con atención a una escala verdaderamente primorosa, cuya contención en planta refuerza el carácter ascensional del conjunto.

El interior se encuentra resuelto con una bóveda corrida de cañón y una cúpula sobre el crucero.

La construcción, basada en potentes fábricas de ladrillo reforzadas con contrafuertes en el cuerpo central y mistificadas con aparejos de piedra en los paramentos de la nave de los fieles y de la vivienda cabecera, rematadas todas ellas por cubiertas cerámicas a cuatro aguas sobre estructuras de madera, muestra una gramática impecable, en la que sólo contrasta la reciente factura del pórtico de acceso.

En definitiva, estaríamos tratando de una delicada pieza, verdadero tratado de la sabia arquitectura popular, cuya presencia en el denso contexto viario donde se encuentra subrayaría su profundo anacronismo.