Gasolinera en la Carretera de Aragón

El proyecto de la gasolinera de la carretera de Barcelona debe inscribirse en el contexto de la fascinación ejercida por el mundo del automóvil y de otros ingenios modernos que proyectaban a la humanidad a una época marcada por la velocidad.

En esta sensibilidad habría que inscribir gran parte de los proyectos de los futuristas italianos y otros proyectos contemporáneos como el del garaje para 1000 vehículos en París, de Konstantin Melnikov, todavía impresionado por su visita a la capital francesa para edificar su celebrado pabellón soviético en la muestra de 1925.

En nuestro país el mejor representante de esta sensibilidad sería, sin lugar a dudas, Casto Fernández-Shaw, quien exploró este mundo en multitud de proyectos desde muy tempranas fechas.

En este terreno habría que mencionar, además de esta misma gasolinera y la de la calle Alberto Aguilera en pleno centro de Madrid, sus proyectos de estacionamientos urbanos masivos que hoy cobrarían particular vigencia ante la polémica de los parquímetros, sus ciudades aerostáticas o su proyecto de estación de enlace ferroviario, de autobuses y autogiros.

Mención aparte y en el mismo ámbito de Barajas, habría que señalar su propuesta para las primeras instalaciones del aeropuerto de Madrid, que en nada desmerecen al proyecto ganador en aquel concurso, debido a la mano de Luis Gutiérrez Soto, y que evocarían las arquitecturas del mejor expresionismo contemporáneo alemán.

Lo cierto es que la temprana obra de Fernández Shaw ha resistido en funcionamiento con enorme dignidad el paso del tiempo a pleno rendimiento, en la autovía que une Madrid y Barcelona, una de las más transitadas de España y las transformaciones epiteliales sufridas no merman en absoluto la rotundidad de planteamientos con que fue concebida.

En efecto, la gramática de la pieza que, como señala con autoridad Félix Cabrero "evidencia la permeabilidad de nuestro arquitecto ante las corrientes europeas más progresistas de los años veinte (racionalidad, técnica, lirismo, expresionismo, símbolo, dinámica, etc.)" y que el propio Fernández-Shaw explicaba en la presentación de la casi contemporánea estación de servicio de la calle Alberto Aguilera, derivaba de "las formas redondeadas (que) se trasladaban de los aviones a las casas", la ha convertido en uno de los iconos de esa modernidad en nuestro país.

De hecho y frente al ejemplo citado, el mayor volumen de tránsito de vehículos registrado por la instalación de la carretera de Barcelona, se manifiesta en un cuerpo cilíndrico de plantas construido en ladrillo sobre el que se encabalga un segundo cilindro de menor diámetro y mucha mayor altura, cuya forma evoca los faros, imagen nuevamente vinculada al mundo del movimiento, de la velocidad y del transporte.

Finalmente también habría que destacar la elegante visera de protección de los vehículos durante el repostaje, en la que, otra vez en oposición a los criterios adoptados en la contemporánea estación de la calle Alberto Aguilera, el arquitecto planteó los nervios resistentes por encima de la misma visera, en un elegante intento de afinar su presencia.