Hogar Colonia Joaquín García Morato

Promovida por la Obra de Auxilio Social para atención de niños huérfanos, en la inmediata posguerra se construyó esta colonia-hogar, perfecta expresión del paternalismo social que caracterizó la época.

La circunstancia de su construcción en las inmediaciones del aeropuerto suscitó la idea de dedicar el hogar al aviador Joaquín García Morato, héroe de la causa franquista durante la Guerra civil, fallecido apenas unos días después de su culminación.

El proyecto, probablemente el más ambicioso en su género promovido por el llamado Auxilio Social, se plantea como la urbanización de una verdadera ciudad, ordenada en pabellones residenciales con capacidad para unos 320 niños y dotada de todos los servicios que los responsables de la política social del régimen del General Franco consideraban necesarios para la mejor formación de los niños.

Así, el conjunto se ordenaba alrededor de un cuerpo simétrico de pabellones para dormitorios, pareados con otros destinados a las aulas escolares.

Estos pabellones se agrupaban enmarcando los espacios libres, previstos para recreos y prácticas regladas de educación física.

Siguiendo el mismo eje de simetría se disponían los pabellones de dirección y el gran comedor en forma de U que abrazaba un nuevo espacio de inspiración rural.

Otros edificios, independientes del conjunto principal, completan el antiguo Hogar-Colonia: en la parte delantera junto al acceso principal, además de la casa del guarda y la conserjería, una iglesia que evoca el modelo arquetípico de la Dirección General de Regiones Devastadas o de la primera etapa del Instituto Nacional de Colonización, o el pabellón destinado a sala de espectáculos y salón de recreos.

Otros pabellones, dispuestos en el perímetro de la actuación albergan las cocinas y demás servicios auxiliares, quedando reservado un espacio relativamente exiguo, al menos para los estándares actuales, para zona deportiva.

En cuanto a la gramática de su arquitectura podría relacionarse con la renuncia moderna que caracterizó la primera década de la posguerra, manifestando una cierta vocación "ruralista" en función de su escala, del todo inadecuada para un lenguaje más ampuloso de corte clasicista.

No obstante, a la vuelta de seis décadas, la mejor herencia de la urbanización se relaciona con la plantación de miles de árboles que aún hoy cuajan de verde y de frescor las cuatro hectáreas ocupadas por el Hogar, hoy destinado a centro de atención psiquiátrica.

Los arquitectos, Antonio Navarro Sanjurjo y Miguel López Pedraza, mantenían una estrecha vinculación con la institución promotora, consecuencia de la cual fue el proyecto y construcción, además de este Hogar-Colonia, auténtica joya de la corona de la institución, de una serie de hogares infantiles, centros de maternidad, comedores de niños, albergues escolares y otras instituciones análogas.

Así, sólo en Madrid, constan como autores del hogar-comedor de la Colonia Metropolitana y otros varios hogares en Ciudad Lineal, Hortaleza y Vallecas.