Edificio Indubuilding

Este macroedificio, construido a medidos de la década de los setenta, en una época convulsa de profundos cambios en la sociedad y en la arquitectura de nuestro país, señaló un antes y un después que hoy, a la vuelta de más de 30 años se hace evidente.

En efecto, la crudeza su programa, industrial y de almacenaje, pero sobretodo su escala, expresión de unos planteamientos radicales y respuesta a una ubicación absolutamente ultraperiférica y aislada de la ciudad en lo que era entonces un erial próximo al aeropuerto, no sólo no ha perdido vigencia, si no que con el tiempo ha ido afirmándose y cobrando todo su valor.

El conjunto es una masa compacta de suelo industrial destinado fundamentalmente al almacenamiento, con la posibilidad de ser compartimentado en locales de muy diversos tamaños, y dispuesto en cinco plantas ordenadas por un eje longitudinal, una suerte de calle interior para camiones, en cada una de ellas.

Las calles de las dos primeras plantas presentan comunicación con la vía pública mediante tramos cortos de rampa, mientras a las tres plantas restantes y a la cubierta (destinada íntegramente a aparcamiento con una capacidad para 80 camiones y 300 coches) suben los vehículos por un rampa perimetral que configura el volumen sureste del edificio, como un inmenso ábside de esta catedral de la más rancia modernidad, donde no resulta extraño observar el espectacular cruce de dos vehículos pesados a varias plantas de altura del suelo.

En esta emocionante circunstancia y en la desmedida escala que lo hace posible, se encuentra su conexión con la sensibilidad más contemporánea que hace bandera del no agotamiento del proyecto moderno.

Las circulaciones peatonales discurren completamente separadas de los trazados rodados, en dos núcleos verticales de escaleras y ascensores situados en el centro de las fachadas noreste y suroeste, desde los cuales parten una serie de galerías horizontales, inteligentemente contrapeadas con los planos de almacenamiento, de forma que una serie de escaleras parciales enlazan galería peatonal y plano de la nave, permitiendo salvar gran parte del plano de fachada para iluminación natural del conjunto.

En la última planta los núcleos verticales de peatones quedan enlazados por un paso interior perpendicular al eje de la calle y confluye en un área de servicios comunes.

La estructura del edificio resulta todo un alarde para la época: construida en hormigón armado con losas bidireccionales, calculadas para grandes cargas que alcanzan los 2500 kg/m2 de sobrecarga útil.

El paso del tiempo y el desgaste de los materiales han conducido a una reciente reforma, que ha sustituido los modestos aplacados de mármol blanco y chapa plegada por un tratamiento de piezas prefabricadas de hormigón blanco, y las antiguas carpinterías de aluminio con sus bellísimos despieces que identificaban la respiración del edificio, por otras mucho más regulares y uniformes, y que en su conjunto debemos registrar como un nueva agresión a la memoria de la modernidad en nuestra ciudad.