Iglesia parroquial de Santa Ana y Nuestra Señora de la Esperanza

Entre los arquitectos con experiencia y furiosamente en activo en los años del posconcilio, pocos tan sensibles y preparados como Miguel Fisac para la reforma querida en aquellos años.

Consciente de su responsabilidad e ilusionado con ella, el arquitecto manchego vino a renovar con este edificio su condición de protagonista de la arquitectura sacra española en estos primeros años de posconcilio.

En 1965 Fisac proyectó y construyó el complejo parroquial de Santa Ana, en el joven y populoso barrio madrileño de Moratalaz.

El templo, con el que tanto Casimiro Morcillo -entonces arzobispo de Madrid-Alcalá- como la empresa constructora URBIS quisieron honrar la memoria de la entonces recientemente fallecida Anaick, hija del arquitecto Miguel Fisac, resultó una propuesta audaz, llena de vigor plástico y cargada de ilusionadas y renovadas intenciones litúrgico-funcionales: "Esta es la primera iglesia que proyecté con las directrices litúrgicas emanadas del Concilio Vaticano II.

El planteamiento espacial era completamente distinto, casi opuesto al de las disposiciones anteriores.

No había un único foco, el altar, sino un foco móvil".El planteamiento espacial al que se refiere Fisac tenía que ver con la nueva disposición de los fieles alrededor del altar para que la participación fuese más directa.

Para ello -y con un proceso discursivo análogo al seguido para la iglesia del Teologado de Alcobendas- Fisac inventó la peculiar forma en planta de Santa Ana, concediendo mayor importancia a su eje transversal.

Asímismo, para completar su atractivo proyecto y subrayar el carácter litúrgico de su diseño, Fisac modeló el muro curvo que cerraba el presbiterio con tres concavidades correspondientes a los diferentes momentos de la celebración litúrgica y a la propia reserva eucarística: la central para el altar -ara del sacrificio-; a la izquierda el conjunto sede-ambón, y a la derecha el sagrario.

El conjunto se culminaba con la inequívoca firma de su autor -expresión de sus crecientes preocupaciones en el terreno de lo estructural-constructivo- mediante una cubierta de vigas-huesos de hormigón que, no llegando a tocar el muro en la cabecera permitían el paso de luz natural cenital sobre el elaborado conjunto presbiterial ideado por el arquitecto.

Indudablemente el complejo parroquial de Santa Ana se beneficiaba de las recientes investigaciones sobre las posibilidades expresivas del hormigón en las que Fisac se encontraba por entonces inmerso en cuerpo y alma.

Todo el conjunto se construyó con este material, dejando una lección magistral de modernidad y oficio.

Sobre los tableros del estudio debieron coincidir los planos de Santa Ana y los del Colegio de la Congregación de la Asunción de Cuestas Blancas que, en un solar vecino a su Estudio en el Cerro del Aire, Fisac construyó en el mismo 1965 y cuya capilla mezcla un esquema ligeramente convergente -conseguido mediante el apoyo del presbiterio en un muro de hormigón de gran curvatura- con un espacio decididamente asambleario, consecuencia otra vez de acentuar el desarrollo transversal de la planta.

En efecto, la capilla de este colegio resultaba ciertamente análoga a la solución espacial del templo de Moratalaz, si bien matizada con nuevos recursos.

Se trataba de forzar la iluminación sobre el presbiterio con estudiadas horadaciones sobre el perfil de los "huesos" de cubierta.

También la mayor sencillez del programa -una capilla escolar frente a un complejo parroquial- puede explicar la simplificación en el esfuerzo de diseño.

Pocos meses después, y en un momento espacialmente prolífico en la carrera del arquitecto manchego, Fisac también firmaba el proyecto de la iglesia y centro parroquial de Santa Cruz de Oleiros, conjunto que se asoma bellamente sobre la bahía coruñesa.

Constituido por la iglesia como pieza protagonista, con su campanario vertical -contrapunto del conjunto- y la guardería-dispensario médico, en un edificio independiente, forma un solo conjunto arquitectónico concebido como sucesión de recintos engendrados por el juego de muros curvos.

Conceptualmente Fisac avanzaba poco en esta bellísima obra gallega, dejando, no obstante y una vez más, construido testimonio de su madurez arquitectónica.