Campo de Béisbol de La Elipa
Fichas tomo 3
Ampliación: Manuel Barbero Rebolledo: 1965 (P)
Con la misma rareza que supone el béisbol en nuestras latitudes acostumbradas a otro tipo de deportes, se nos ofrecen estas instalaciones concebidas en su día al amparo de la primera candidatura olímpica de nuestra ciudad para 1964.
Las condiciones sociales y políticas del momento impidieron que aquella posibilidad cuajara, pero este pequeño rubí que es el campo de béisbol en el Parque de La Elipa quedó como testimonio construido de aquel primer sueño olímpico.
El hecho de que esta cancha no haya formado parte del elenco de instalaciones de las más recientes candidaturas habla del paso del tiempo y también del cambio del paradigma deportivo, lo que ha acabado convirtiendo este campo de béisbol en poco más que una dotación de distrito.
Sin embargo su singularidad en lo que se refiere a la especialidad deportiva tiene un eco también en lo arquitectónico.
En efecto, se trata de una instalación que ocupa casi 15.000 metros cuadrados al aire libre y cuyas únicas construcciones, al margen del movimiento de tierras y los correspondientes drenajes, eran originalmente los graderíos que rodeaban el diamante del campo de juego.
Para la construcción de esta tribuna, concebida con capacidad para 600 espectadores, el diseño se dividió en dos ejercicios: el graderío y su cubierta.
Para el primero se recurrió al hormigón armado, tratado con solidez pero a la vez con una excepcional exquisitez que permitió resolver con ese material prácticamente todos los elementos y acabados.
La exhibición de los elementos estructurales, como vigas, losas y escaleras, significa una alusión directa a la sinceridad constructiva que puede ser reclamada como marchamo de bondad arquitectónica.
De igual forma, el recurso al aluminio para la cubierta, con sus correspondientes mástiles y tensores, resulta un ejercicio análogo de adecuación funcional de materiales y sistemas al programa propuesto y que los arquitectos ya habían utilizado en los premiados comedores para la SEAT de Barcelona, junto a César Ortiz-Echagüe.
El resultado es una obra de extraordinaria frescura, modelo de un modo de hacer arquitectura con altas dosis de intensidad.
Con el paso del tiempo otras construcciones han ido apareciendo en los terrenos de esta instalación pero ninguna ha superado la excelente factura, ni se ha acercado a la calidad del proyecto original.
APARISI MOCHOLÍ, Antonio: Informe sobre instalaciones deportivas municipales, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 1970, 483-491
CAMPO: ___ de béisbol de La Elipa, Arquitectura, nº 77, may. 1965, 9-11