Viviendas de VPP para la EMVs. Polígono Verona 203A

Propuesta rupturista del británico David Chipperfield, con quien colaboraron los españoles Fernández-Isla y Santolaya, que trasciende radicalmente los modelos convencionales de vivienda social, presentes en buena parte de la arquitectura doméstica madrileña.

Ateniéndose estrictamente a las condiciones impuestas por la ordenación de la parcela, en cuanto a la forma de la planta (en U), la altura total del edificio (8 niveles) y las características de la cubierta (a dos aguas), los autores resuelven con inteligencia y audacia el programa de necesidades: 176 viviendas protegidas de 1 a 4 dormitorios en régimen de realojamiento.

Para ello recurren a un bloque compacto de base dilatada, al que se accede por siete portales independientes, donde los distintos tipos de viviendas se rigen por un mismo patrón espacial, según el cual el dúo cocina-sala se presenta siempre agrupado y abierto a un ámbito intermedio acristalado, e inapreciable desde fachada.

Con el fin de superar los estereotipos formales y la monotonía compositiva imperantes en los típicos bloques domésticos, su volumen rotundo -casi abstracto- renuncia al trazado ortogonal y a cualquier clase de voladizo (terrazas o miradores), proponiendo una sucesión de huecos idénticos (ventanas-balcón), sin jerarquía de estancias, distribuidos según unos ritmos de aparente irregularidad.

Además, rompe con sutileza la uniformidad del prisma geométrico, al inclinar ligeramente sus alzados a partir de las últimas plantas -según pendientes distintas en el interior o el exterior de la parcela-, y al rematar sus testeros con un pronunciado bisel.

Así se respeta la exigencia de techumbre a dos aguas, aunque aprovechando el bajo cubierta para incluir viviendas dúplex.

Con ello se diluyen los límites entre el coronamiento y la fachada, constituida en el principal elemento caracterizador del edificio.

Está conformada por un cerramiento envolvente, compuesto por espesos paneles prefabricados de hormigón con fibra de vidrio, cuya textura uniforme se altera visualmente mediante la combinación aleatoria tres tonos terrosos, generando un cromatismo al que se suma un pórtico interior de hormigón pintado en azul.

El resultado es una obra arquitectónica de innegable valor plástico y singulares cualidades estéticas.