ARQUITECTURA DE MADRID

Cementerio Sacramental de San Isidro, San Pedro, San Andrés y las Ánimas Benditas

Fichas tomo 3

Fecha
1811
Resumen histórico arquitectonico
Patio de San Pedro: José Llorente: 1811 (P) 1811 (O) 1ª Ampliación: 1816 (P) 1816 (O) 2ª Ampliación: 1822 (P) 1822 (O). Patio de San Andrés: José Llorente: 1828 (P) 1832-1834 (O) y Ramón Pardo: 1834-1838 (O).
Consolidación patios de San Pedro y San Andrés: Ramón Pardo: 1840 (O). 1ª Reparación patios de San Pedro y San Andrés: Custodio Teodoro Moreno: 1842 (O). 2ª Reparación patios de San Pedro y San Andrés: Bartolomé Tejada Díez: 1842 (O). Restauración capilla de San Andrés: José Alejandro Álvarez: 1842 (O). Restauración de los patios de San Pedro y San Andrés: Daniel Zavala Álvarez: 1917-1918 (O)

Patio de San Isidro: Ramón Pardo: 1841-1842 (1º P y O) y José Alejandro y Álvarez: 1842 (2º P) 1849 (Fo). Patio de la Purísima Concepción: 1ª fase: José Alejandro y Álvarez: 1848 (P) 1848-1850 (O) y Francisco Enríquez Ferrer: 1850-1851 (O); 2º fase: Francisco Enríquez Ferrer: 1851-1852 (P) 1852-1855 (O) y Juan Bautista Peyronnet: 1855 (O).
Ampliación: José Núñez Cortés: 1ª fase: 1857 (P) 1860 (Fo) 2ª fase: 1860-1882 (O). 1ª Reforma: Juan Bautista Peyronnet: 1862 (O). 2ª Reforma: José María Guallart Sánchez: 1862 (O) y Tomás Oñate Ruiz: 1882-1890 (O)

Patio de Santa María de la Cabeza: José Núñez Cortés: 1882 (s.i.), Francisco Pingarrón Yarritu y Celestino Aranguren Alonso: 1895 (O).
Puerta de acceso al cementerio: Francisco Pingarrón Yarritu: 1895 (O).
Patio del Santísimo Sacramento: Francisco Pingarrón Yarritu y José Urioste y Velada: 1892 (1º P) y Celestino Aranguren Alonso: 1899-1907 (2º P) 1907 (Co).
Patio de Nuestra Señora del Carmen: Celestino Aranguren Alonso: 1906 (P y Co).

Restauración patios: Adela Cassinello Plaza y María José Cassinello Plaza: 1999 (P) 1999-2004 (O)

Panteón de Doña María del Carmen Polo de la Barrera (familia Álvarez Mon): Francisco Enríquez Ferrer: 1856-1859 (O)
Panteón de Juan Bautista Peyronnet: Juan Bautista Peyronnet: 1860 (O)
Panteón de los condes de Oñate: José Segundo de Lema: 1882 (O)
Panteón de Hombres Ilustres: Joaquín de la Concha Alcalde: 1885 (O)
Panteón de los marqueses de Amboage: Arturo Mélida Alinari: 1888 (O)
Panteón de los marqueses de Perinat: Enrique Fort Guyenet: 1897 (O)
Panteón de los duques de Denia: Enrique María Repullés y Vargas y Mariano Benlliure Gil (esc.): 1904 (O)
Panteón de Doña Luisa Sancho Mata (Guirao): Ignacio de Aldama Elorz y Agustín Querol (esc.): 1909 (O)
Panteón de Doña Bárbara Bustamante (familia Casares): Juan Bautista Lázaro de Diego: 1902 (s.i.)
Panteón de Don Floriando Fernández Aguilera (Fernández de Villota): Antonio Palacios Ramilo: 1923 (O)
Protección
No
Descripción formal

La Cofradía Sacramental de San Isidro, primera en instalarse en el borde extramuros del Manzanares, en 1811, a auspicios de la prohibición de 1809 de sepultar en las iglesias, creó, de la mano del arquitecto José Llorente y a espaldas de la ermita de San Isidro, en la que hasta entonces habían tenido lugar los enterramientos, el más antiguo de los cementerios madrileños conservados.

La parte primitiva corresponde a un conjunto de patios rectangulares o cuadrados: el de San Pedro (1811), el de San Andrés (1838) y el de San Isidro (1849).

El primer recinto (San Pedro), sobrio y sereno, muestra, con sus pies derechos y zapatas de madera que sostienen una cubierta a un agua de teja árabe cubriendo los nichos abiertos sobre el ciego muro perimetral del fondo, la fusión de lo clásico con lo tradicional-ruralista.

El patio de San Andrés, más grande y de planta cuadrada en cruz griega, con puertas en tres de sus ejes y una capilla en el brazo norte, fue iniciado en 1832 por José Llorente y continuado a su muerte (1834) por Ramón Pardo; sería un claustro de ambiente monástico plantado de cipreses y enlazado con el anterior por la puerta norte de San Pedro.

El mismo arquitecto comienza el patio de San Isidro en 1841, y, para enrasarlo con San Pedro y San Andrés, realiza tareas de explanación y desmontes que dejan el cementerio en una situación de foso respecto a su entorno; será sustituido en 1842 por José Alejandro Álvarez, quien había trabajado en la Sacramental de Santa María y finalizará la obra en 1849.

Esta tercera ampliación, la de mayor monumentalidad, sigue un esquema simétrico, con galería perimetral y dos adicionales a norte y mediodía abovedadas sobre pilastras corintias, marcándose con amplio frontón los centros de los laterales este y oeste y con pórticos tetrástilos que se abren a sendas rotondas cubiertas por cúpula los norte y sur.

En palabras de Vicente Patón, San Isidro significa también el cambio de "la ligereza de los pilares de madera por una tectónica pesada, grave, horizontal, que envuelve al cementerio en una atmósfera subterránea, recogida, silenciosa, ligada a los misterios del mundo inferior".

En el centro de este excepcional monumento neoclásico se levanta paradójicamente una suerte de capilla de estilo románico-bizantino, hoy panteón de la familia Álvarez-Mon y obra de Francisco Enríquez Ferrer (1856-1859), quien había sucedido en la dirección de las obras a Alejandro Álvarez tras su fallecimiento en 1850.

Ahora, tras el proyecto de cerramiento de 1851, se aborda la ampliación más ambiciosa y esencial, la que Mesonero Romanos llamaría, como el gran cementerio de París, "el Père Lachaise de Madrid", denominado en la realidad patio de la Purísima Concepción.

Aprobado el proyecto en 1852, éste sitúa el nuevo patio en el nivel más alto, comunicándolo con los patios precedentes por gran escalinata en el eje y sendas rampas laterales, sobre la base de un esquema semicircular de tipo basilical romano para configurar un singular conjunto con capillas y esculturas.

El "plan" de Enríquez se vio envuelto en fuertes discrepancias ante su enfatizado pintoresquismo, alusivo a un gran parque fúnebre configurado con un banqueo en anfiteatro según modelos foráneos alejados del modelo columbario español, en el que siempre predominaron los nichos sobre las tumbas; sin embargo, este evocador itinerario romántico llegaría a ser una de las mas bellas referencias de la arquitectura española del XIX, aunque no se realizara sobre el esquema oblicuo original y el trazado en forma de hipódromo remita al proyecto del Foro Bonaparte de Antolini.

En 1855, tras la renuncia de Enríquez al ver tan devaluado su proyecto, le sucederá José Núñez Cortés, quien va a introducir los conceptos de simetría y ordenación en trama ortogonal y será asimismo autor del recinto de Santa María de la Cabeza, de menor interés y donde introduce un aterrazado escalonado.

Aunque hasta 1882 Tomás Oñate Ruiz no reemplaza a Núñez Cortés, hay que citar en 1862 las intervenciones coyunturales de Guallart y Peyronnet (éste ya se había encargado de dirigir las obras de Enríquez Ferrer en 1855).

Las últimas décadas del XIX y los principios del XX aportan nuevos recintos: el del Santísimo Sacramento, de Francisco Pingarrón, José Urioste y Celestino Aranguren, que anuncia la crisis antimonumentalista y el anárquico apilamiento de tumbas, estilos y desorden del XX, así como la decadencia del espíritu romántico de Enríquez; y el de Nuestra Señora del Carmen, de Celestino Aranguren.

Finalmente, hay que referir la reciente intervención a cargo de Josefa y Adela Cassinello, a auspicios de la Comunidad y la EMV de Madrid.

La imagen actual es la de un laberinto fantástico, una aparición sorprendente de frontones, pináculos, columnas, torres o estatuas en caótico desfile expositivo que transporta a la imaginería decadente y nostálgica de las ruinas pompeyanas; una feria necrológica de exposiciones en que cada elemento construido aspira a ser un monumento (ciudad monumental, ciudad de la memoria, paisaje testimonial de una colina que parece mirar eternamente la silueta del Madrid histórico); un itinerario romántico entre la ruina y la degradación; un paisaje surrealista y languideciente con cierta atmósfera decadente cuyos muros no logró traspasar la modernidad, con desgraciados olvidos negligentes y caóticas y desiguales actuaciones.

La ingente y excepcional colección de panteones notables constituye un auténtico museo de imposible síntesis, exposición permanente de esculturas, templetes arquitectónicos y pabellones que son auténticos edificios, y de raras, pero singulares, esculto-arquitecturas; con capilla funeraria, sin capilla o marcados por el laicismo; desfile anacrónico de órdenes y estilos: clasicistas, neogóticos, eclécticos de todos los vientos, neomudéjares, de formas y tipos piramidales, neobarrocos, etc.

El panteón de los marqueses de Perinat, de Enrique Fort, de porte romántico-clasicista, es uno de los más importantes, esbeltos y elegantes, y arquetipo de los del modelo circular cupuliforme.

El de Fernández de Villota, de Antonio Palacios, es un auténtico monumento arquitectónico en clave de la iconografía formal y tectónica de su autor, con factura de sillería de gran porte, hermosa puerta en su singular, refinada y potente retórica, y espléndido ábside pétreo semicilíndrico con secuencia de esbeltos huecos con magníficas vidrieras; la capilla sepulcral de los marqueses de Amboage, de Arturo Mélida, es una ambigua y magistral lección de revisión romántica neogótica y factura en clave de modernidad estructural con gran aguja metálica, bella paradoja esculpida con planta cruciforme y pórtico precedente.

Enrique Mª Repullés ejecutará un romántico pabellón apiramidado para los duques de Denia, con la aportación de Mariano Benlliure; el modernismo destaca con la locuaz expresividad plástica del escultor Agustín Querol en el panteón de Dª Luisa Sancho Mata, con esbeltas figuras en fugaces fusiones, y el neomudéjar de autóctonos sabores madrileñistas en el de Dª Bárbara Bustamante, de Juan Bautista Lázaro, con románticos toques eclécticos.

Bibliografía. Libros

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Bibliografía. Artículos de Revista

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