Palacio de la Real Quinta de El Pardo

En el Monte de El Pardo se localiza la extensa propiedad agrícola comprada por el duque del Arco en 1717, de la cual se desconoce la autoría del palacete y del jardín, atribuido éste a Esteban Marchand; a Claudio Truchet e incluso a Francisco Carlier, que pudo reformar el conjunto hacia 1745 cuando se incluyó en el Real Sitio de El Pardo, pues tras la muerte del duque su viuda donó la finca a Felipe V.

El palacio, de gran riqueza, se acompañaba de amplias dependencias agropecuarias y un jardín, el elemento más interesante, hoy muy alterado tras las múltiples reformas -incluso de Juan de Villanueva, Pablo Boutelou y Lumachi-, el abandono que sufrió desde mediados del XIX y la plantación de coníferas que desvirtuó el carácter de los parterres.

Destruido el palacio en la Guerra Civil, fue restaurado para la Sección Femenina y, tras un incendio, se reconstruyó para uso de los por entonces Príncipes de España, momento en el que se restauró parte del jardín.

El palacio y la casa de oficios se sitúan enfrentados en una cota superior totalmente ajenos al cercano jardín y al camino de acceso, rasgo inequívoco de origen hispano.

En el primero, de planta prácticamente cuadrada, un patio central y un solo nivel principal -tipo similar a la próxima Zarzuela-, se distribuyen varias estancias decoradas con magníficos papeles pintados franceses del XIX, como la cámara de Hernán Cortés y la sala de Audiencias; al exterior, la sencillez volumétrica se desvirtúa por una desafortunada intervención en los acabados.

La primitiva casa de oficios, con forma de U, se amplía formando un patio y se le proporciona un carácter rural.

El espléndido jardín rodeado de olivares se compone de cuatro amplias terrazas excavadas en la fuerte pendiente que se conectan mediante gradas, rampas y escaleras; las tres primeras plataformas se ornaban con elaborados parterres de bordado, hoy sin el trazado original, y fuente central.

La primera terraza o plano bajo del jardín, con la fuente de los Cuatro Delfines o Blanca, se delimitaba por espalderas de madera con cenadores cupulados desaparecidos; en la siguiente terraza se ubica el elemento escultórico principal del conjunto, la Cascada, adosada al muro de contención de la plataforma siguiente, con un viario en cruz centrado en la fuente Ochavada o Negra.

El plano último se denomina del Estanque, elemento que se acompaña de una gruta excavada en el último muro de contención.

La Quinta de El Pardo constituye un caso excepcional de temprana finca de recreo de origen nobiliario con jardín barroco inserto en un medio agrícola.

Es destacable la concatenación de los ámbitos del jardín, las cuatro terrazas, a lo largo de un eje de simetría de gran desarrollo que organiza una sucesión espacial continua, un completo espacio perspectivo de fuerte carácter italiano, aunque los elementos formales sean de origen francés.

Esta perfecta organización no impide, como en muchos conjuntos españoles, la desvinculación del palacete y del acceso respecto al trazado del jardín.