Sanatorio Esquerdo

Esta institución asistencial de raíces finiseculares del XIX, se prolongará en el tiempo en aras de su vocación asistencial y/o educativa y hoy día persiste como institución psiquiátrica regida por el doctor López Ibor.

Especial atención merece el tema, que ha superado el siglo de vida y pertenece por derecho propio a la historiografía y la memoria colectiva de Carabanchel.

Tampoco es baladí la específica situación de este conjunto edificatorio, concebido como una finca autónoma, recluida en la serenidad y aislamiento de su paisaje extenso y arbolado, que recuperaba el criterio tradicional de territorialidad de los Carabancheles, más cerca del rango rural que de la fragmentación en solares urbanos.

Otro sesgo significativo le confiere además el relevante diseño edificatorio en clave pre-racional o pre-funcionalista de cariz neomudéjar, cuya autoría recae sobre un personaje controvertido y genial, Alberto del Palacio, apresado en la herencia decimonónica de la transición a la modernidad y autor del famoso puente transbordador de Portugalete en la ría del Nervión en Bilbao, obra casi coetánea del Sanatorio.

El conjunto compuesto por el edificio central -un complejo cerrado en torno a un patio o claustro con amplio desarrollo en frentes y bordes que rompen la caja virtual en un aparente despliegue de pabellones- conserva con fidelidad un relevante y compacto torreón prismático, con fenestración neomudéjar y aristas rematadas por apilastrados cilíndricos, y se integra en una serie de edificaciones exentas destinadas a servicios complementarios, entre ellas, un casón a modo de villa de porte romántico y nostálgica obsolescencia y otro actualmente remodelado con revocos de cálido cromatismo en tonos azules y violáceos.

El sanatorio, que fundara el Doctor Esquerdo en 1877 como primer centro modelo para la mejora de las condiciones de vida de los enfermos mentales, pervive en la memoria colectiva y, con varias ampliaciones sufridas que lo mantienen en uso, sigue marcando el peculiar paisaje de su ocupación territorial -aunque su estado de mantenimiento arroje algún negligente olvido- y definiendo su pintoresca imagen como una ciudadela de encalados muros que conserva leves cuerpos singulares, testimonios de un pasado que tratará de recuperar un reciente proyecto de remodelación.