Grupo Nuestra Señora de Lourdes. Colonia del Hogar del Empleado

La colonia de El Batán fue un trabajo coral de un grupo de solistas de primera abanderado por Sáenz de Oíza, y un cúlmen definitivo en la exploración de la vivienda social de los años 50-60 (U.V.

Erillas, 1955; El Calero, 1956).

Situada de forma estratégica en la frontera lineal de la carretera de Extremadura, quedaba limitada por bloques alineados en su borde y por la abierta fachada a la Casa de Campo con bloques exentos en altura como torres vigía.

Bloques y torres de racionales trazas articulaban orgánicamente secuencias de espacios públicos, centros docentes, iglesia y comercios, y reflejaban también una evolución estilística desde las posiciones racionalistas de los bloques hasta el confeso brutalismo del instituto, pasando por los trasvases más orgánicos de las torres y el circular colegio infantil.

Introvertida y con vocación insular al modo de las tradicionales colonias de posguerra de Carabanchel, pero en los márgenes del urbanismo de la Carta de Atenas en la fachada mirador de la Casa de Campo, el conjunto puede entenderse desde la sucesión de espacios exteriores comunitarios, abiertos y permeables, con estudiados itinerarios rodados perimetrales y estratégicos accesos para configurar agrupaciones residenciales en recintos recoletos entre zonas verdes; y como el desarrollo de una supermanzana generada a partir de un centro centrifugador de bloques abiertos en agrupaciones lineales y escalonadas y de torres en esvástica, cuya concepción racionalista parece surgir de las irregularidades topográficas en modelado paisaje urbano de muros y escalonamientos aterrazados, en una simbiosis orgánico-naturalista ya muy alejada del legado de abstracción minimalista del poblado de Entrevías.

Los bloques, encadenados y en retranqueo, reconsideran los tipos del grupo Covadonga sobre la base de un espacio distribuidor central, dos frentes opuestos y dos crujías con tres muros de carga; las torres se desarrollan de modo centrípeto en torno a concentrados núcleos de servicio y comunicación, en transición orgánica que se tensará al límite en el colegio.

Aquí ensayará Oíza, en un momento de reflexión crítica, el tema del trazado generador dinámico de maclas de masas cilíndricas (precedente de la radical experiencia de Torres Blancas) según mutación contradictoria con las geometrías cartesianas de las viviendas y desde el pretexto de la cualidad de la forma curva como óptima para los necesarios muros de contención en la zona.

Desde la voz de Mangada, ahora como solista del coro, surgirá la cadena de bajos pabellones del centro comercial, módulos contenedores neutros que aluden a cierto romanticismo brutalista dentro de un "espacio-plaza", encrucijada y lugar de encuentro, creando un inconcluso panorama de cubiertas-paisaje, bandejas con frentes en ladrillo visto que debieron ser jardines y bajo las cuales se filtraba la luz alta y corrida hacia el interior.

Finalmente, desmarcándose de los patrones al uso en las convencionales construcciones escolares de los años 60 y posteriores, el instituto recupera la tradición de racionalidad de la arquitectura escolar de los 30 como una nueva captación de la modernidad centroeuropea de los 60 en clave brutalista, y dentro de la línea experimental de la colonia.

La planta "en peine" articula las diversas unidades escolares en sendos bordes de un amplia y luminosa galería longitudinal, columna vertebral del programa, adaptándose a la topografía, las orientaciones, el contexto residencial del entorno y los espacios libres, lo que, junto a su magnífica factura, le sitúa como un adelantado de vanguardia (en claves ya ensayadas en el centro comercial): fábrica de ladrillo y franjas de hormigón visto, amplias cristaleras esquineras, movilidad de bloques conectados directamente a la galería, facilitando y configurando la espacialidad interior.

El expresivo ablandamiento de las aristas de los chaflanes curvos abordaría acentos de factura formalista que añade un adjetivo más a este singular colegio de la arquitectura escolar de los 60, pregnante edificio que completa el excepcional e irrepetible repertorio de un discurso arquitectónico polifónico pero integrador, que ha recorrido simultáneamente el camino entre el racionalismo, el romanticismo organicista y el brutalismo.