Casita y jardines del Príncipe de El Pardo

En el mismo recinto del Palacio de El Pardo y como parte de un plan de ordenación de su entorno, Juan de Villanueva construyó para el Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV, una casa de recreo rodeada de jardines que sustituía a otra anterior del arquitecto Manuel López Corona.

Última de las ejecutadas por el arquitecto para el hijo del rey, fue reconstruida años después por el mismo autor, como los jardines, que se trazaron hasta el propio río Manzanares.

Abandonada, fue restaurada por Miguel Durán y recuperada, tras la Guerra Civil, por Diego Méndez, que derribó y segregó parte de los jardines y casas de oficios mediante la apertura de una carretera.

La Casita, de pequeñas dimensiones y de una planta, se compone de un pabellón central, enfatizado por el escultórico pórtico in antis de acceso, y dos laterales unidos por sendos cuerpos retranqueados, disposición repetida después por el arquitecto en el Museo del Prado, incluso en el tratamiento de los materiales, con paños de ladrillo visto encuadrados en piedra berroqueña.

Se corona por una ligera cubierta de plomo de aire rococó, en contraste con la austera volumetría del resto.

Tras el espacio cuadrangular y abovedado de entrada, el Salón de Estucos, se sucede la Rotonda, vestíbulo circular cupulado abierto al jardín -hoy, entrada principal-; a un lado, las estancias del ala derecha -las salas Amarilla, Pompeyana y de Sedas Lionesas, el gabinete de las Fábulas y el retrete- tienen carácter privado y, en el otro sentido, se accede a las habitaciones representativas, la Sala de los Terciopelos y el comedor, con techos de Maella y Bayeu.

El alzado al jardín, hoy el principal, es aún más sencillo, pues no presenta el orden en la puerta y sólo se traduce al exterior la cubierta cupulada.

Destinado al recreo íntimo de la familia real en el entorno del Palacio de El Pardo, tiene un programa mínimo, sin cocina ni dormitorios, entorno ajardinado y pequeñas casas de oficios, y constituye una de las primeras obras de madurez de Juan de Villanueva, de sorprendente sencillez y claridad compositiva, con un efecto neoclásico de movimiento e independencia de las partes.

El jardín se componía de dos partes separadas por un ala de la casa de oficios, hoy destruida: la terraza o jardín alto, asociado al casino y totalmente desaparecido, de cuadros bajos de boj y fuente central, y el jardín bajo, dependiente de las casas de oficios, con una malla ortogonal de cuadros similares con frutales, al que se accede por una interesante escalera simétrica de granito con una fuente adosada, obra probable de Juan de Villanueva.

El jardín de la Casita del Príncipe de El Pardo, junto al resto de casinos de recreo borbónicos, constituyen un conjunto de ejemplos que recuperan los trazados renacentistas del siglo XVI como alternativa al desarrollo del jardín clásico francés, pero en este caso, por efecto de la posición intermedia de la casa de oficios, sin la continuidad espacial del único eje de simetría ni la integración visual con el paisaje exterior.