Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja

También conocido con el nombre de "Costillares", por las pérgolas de hormigón y metal que delimitan la plataforma topográfica sobre la que se asienta dominando los pinares de Chamartín, al Oeste del extremo Norte de la Ciudad Lineal, este conjunto de edificios es uno de los hitos -tan singular como poco conocido- de la arquitectura española contemporánea.

Se creó como centro de estudios e investigación de la construcción en general y del hormigón en particular, en un paraje de bosques de pinos, recóndito en su momento, pero ruidoso hoy en día por la presencia de la M-30.

Se compone de dos grupos principales de edificios enlazados por una pérgola y por un nivel continuo de semisótanos, que van creando entre sus volúmenes, de organización lineal y muy horizontal, una serie de patios o lonjas que configuran una diversidad de usos y espacios.

Un cuerpo central lineal con dos polos extremos formados por el acceso de público general y el acceso del personal que trabaja en el centro, agrupa los usos más representativos, como el salón de actos, la biblioteca, las salas de investigadores y la zona de dirección; en tanto que dos ramas en forma de "T", situadas a derecha e izquierda del vestíbulo de personal, recogen los estudios, laboratorios y comedores a un lado, y los talleres, almacenes y el área fabril al otro.

El esquema es funcional y bauhasiano en su organización general, pero orgánico en cuanto al tratamiento de los detalles y en la adaptación a una topografía con fuertes pendientes hacia el arroyo Abroñigal, que delimita el lado Oeste de la parcela.

La planimetría se basa en un módulo de 1'60 metros y su submúltiplo de 0'40 m, que es la pauta que sirve para definir desde la estructura a la disposición de tabiquería, o el despiece de losas de suelo.

El edificio es una construcción mixta en parte metálica y en parte de hormigón, que aúna la industrialización y seriación con la tradición artesanal del ladrillo, la madera y la piedra, y exhibe todo un muestrario de innovaciones técnicas y sugerentes planteamientos de diseño, como en las crujías asimétricas a Norte o Sur, que tienen techos planos, o inclinados y curvados para recoger la luz a modo de grandes reflectores, o en la creación de un catálogo de elementos prefabricados que conforman huecos de ventana, losetas de piso, gárgolas de desagüe de cubiertas o cámaras corridas para instalaciones.

Todos los edificios están cuidados al máximo en sus detalles, pero destacan algunos elementos exteriores como las cubiertas abovedadas de zinc de las naves de talleres, el escultórico dodecaedro del silo de carbón, la torre depósito revestida en piedra blanca, las pérgolas de costillas de hórmigón moldeadas como lemniscatas de Bernouilli, y sobre todo el volumen cilíndrico del comedor, concebido como un mirador acristalado con un jardín interior iluminado cenitalmente que se abre en el buen tiempo mediante grandes hojas correderas de cristal que se deslizan por el perímetro circular.

En cuanto a los espacios interiores, destacan los dos vestíbulos principales: el de público con su doble altura y escalera curva, y el de personal del centro, también con doble nivel y una rampa que asciende siguiendo la planta ovoide contra una gran cristalera que va de suelo a techo.

El amueblamiento fue en su mayor parte creado expresamente por los autores, con piezas del propio Eduardo Torroja, Barbero Rebolledo, y Fernando Casinello, que decoró la capilla.

Resulta sorprendente el nivel de calidad técnica y formal de esta obra que, estando cercana tanto a los planteamientos urbanísticos y volumétricos de la arquitectura de Le Corbusier como a los tratamientos constructivos y de diseño de Alvar Aalto, se entronca en un modo de hacer de la arquitectura española que la enlaza con el quehacer de Miguel Fisac, de Rafael de la Hoz, o del último Luis Moya, autores todos de una modernidad "realista" que experimenta tanto con la tecnología y los nuevos lenguajes, como con la tradición rural y artesanal del país.

De este brillante, prematuro e imaginativo momento, "Costillares" constituye uno de los mejores ejemplos, que merecería una valoración y estudio aún por realizar.